jueves, 4 de junio de 2009

Barrio Chino (Chinatown)


MI VIDA Y EL BARRIO CHINO
por Noris Eusebio
Camino tranquila bajo la luz suave de la tarde que termina. Termina para dar paso al negro eterno de la noche, pero mientras, llena el cielo de celajes de maravilla, jugando con colores candentes, entre sombras grises que crecen.
Me encamino hacia el banco usual. Ahí visito a la Señora, la llena de gracia, la Señora de la Misericordia. Le hago visitas discretas. No comparto mi relación con ella más que con amigos muy cercanos. Me siento a mirarla y encuentro alivio a mis confusiones y tristezas.
Ahí sentada, acompañada de mi cuaderno de notas, recuerdo de donde vengo y lo mucho que he vivido en mi breve existencia. Nací en el mundo pedregoso y fértil de El Cercado y, desde la casa de mis padres, en la carretera, se ve la falda de la loma toda verde y llena de piedras. ¡Qué rara combinación! Recuerdo el agrónomo de la zona… pasaba a beber café, gustaba sentarse y quedarse contemplando la loma. Siempre decía lo mismo… “esto parece otro planeta”.
Me mudé a la capital para terminar mis estudios universitarios. Estos años pasados han sido una densa aventura. Salí de El Cercado a San Juan para asistir al liceo y luego entré a la universidad. Mientras cursaba mi quinto semestre tomé la decisión de abrir un tiempo nuevo en mi vida. Conversé con la profesora Dora y me ayudó a decidir venir a Santo Domingo. Necesitaba romper con muchas pautas y un cambio geográfico me obligaría.
He pasado por varias casas de parientes y creo que ya soy una mujer. He vivido dolores en cuerpo, corazón y mente. He conocido cosas que prefiero no haber sabido. He ayudado y me han ayudado.
Vivo en el Barrio Chino, en donde habita la Señora, en la calle José Martí, frente a una placita con simpáticas estatuas de animales vestidos en ropaje señorial. Me contaron que son aquellos animales que atendieron al llamado del Buda cuando éste estaba cerca de morir. Ya cumplí mis 20 años y quiero ser feliz.
Mi tía Marina dice insistentemente que la felicidad no existe, sin embargo, me gusta más la idea de la profesora Dora. Ella me explicaba que lleva la alegría en el bolsillo (por ello nunca compra ropa sin bolsillos). La primera vez que le pregunté cómo es eso de la alegría en el bolsillo, me contó que la alegría es como un pedazo de pan que lleva consigo y del cual come cuando lo necesita. Así, cuando anda desganada, mete la mano en su bolsillo, respira, hace contacto con su alegría, la suya, se la lleva a la cara, la respira y se la mete en la boca, la siente adentro y todo mejora… Esa enseñanza me sirvió para conseguir el lugar en donde vivo.
Una mañana estando en mi trabajo, sintiendo el cansancio de tantos días viviendo en un infierno (la casa de tía Marina), recordé mi bolsillo, llevé mi mano derecha a él y me quedé con los ojos cerrados por unos segundos. Sentí la mano hundida en alegría y súbitamente entendí que yo era quien tenía que sacarme de la casa de la tía. Dios me dio la vida y la alegría y la voluntad y la inteligencia, yo tenía las herramientas y los ingredientes. Respiré profundamente, agradecí la información y durante el resto del día pregunté a todos los clientes que entraron al supermercado si sabían de una habitación bonita y bien iluminada para alquilar en una casa de gente buena. A eso de las 4 de la tarde, una señora con cara de mamá cariñosa me dijo que ella podía alquilarme una habitación en su apartamento. Sus hijos viven en Estados Unidos y ella está sola con una nieta. La alegría me rebosó. Agarré sus manos y las apreté, ella sonrío un poco nerviosa, como si hiciera mucho que no la acarician. Mi madrina dice que la gente sin caricias anda temblorosa.
Ahí comenzó mi vida en el apartamento en que vivo con doña Miriam y Vivian su nieta. Soy una habitante del Barrio Chino, aquí trabajo y aquí vivo.
El Barrio Chino es curioso y también misterioso. Está lleno de historias a descubrir y hacerlo no es fácil porque los chinos no son muy parlanchines.
Hago labores de cajera en el supermercado Wah Hing Trading, de la calle Benito González. Siempre tengo conmigo algún libro y mi cuaderno de escribir para aprovechar el tiempo. Sueño con ser escritora, tomo muchas notas de escenas cotidianas del ambiente que me rodea, escribo mis sueños y reflexiones.
Conocí a Tatiana uno de esos días lentos. Estaba en la caja del supermercado y me miraba las uñas, preocupada porque no tuve tiempo para quitarme la pintura que ya se descascaraba. Absorta en la mortificación de mi desaliño, escuché a alguien hablar muy cerca de mí. Era una joven mujer que me preguntaba sobre un producto. Desperté del ensimismamiento, escuché su pregunta y le señalé donde encontrar el producto que buscaba. Aunque el 95% de los productos en esta tienda tienen etiquetas en chino, ya conozco cada uno. Don Juan Chen, el dueño, está muy bien impresionado con mi trabajo.
Al mismo tiempo que intercambiamos información, fui capturada por la expresión del rostro de la joven. Había en ese rostro algo que me hablaba, sin embargo, ninguna imagen o recuerdo surgió, mi mente hibernaba. Sentía una sensación incisiva de que la cara de la mujer significaba algo, quería sugerirme algo.
Cuando regresó a la caja sostuvimos una conversación que, aunque ligera, nos conectó y sentí que fuimos amigas. La llamaron Tatiana por un personaje de telenovela mexicana. Salió apurada habiéndome prometido que volvería por la tienda a comprar otros productos. A su marido le gusta la comida china y, a veces, cuando podían darse el lujo de una buena diversión, iban a comer al Restaurant Mei Gui de la señora Ng.
Tatiana me enseñó sobre la Señora y sus maneras. Con ella aprendí la oración que hoy llena mis caminos…
Señora de la belleza, refugio de los que sienten
Joya que colma los deseos
Alegría de las que quieren ser madres
Redentora mía…
Tatiana quiere tener hijos y se los pide a la Señora todos los días y todas las noches y con más fuerza mientras ama a su marido…
Hermosa Señora de la compasión y de la misericordia
Libérame de las penas que me adormecen
Despiértame del embrujo de la ilusión
Pon fruto en mi vientre…
Continúa diciendo la hermosa oración a la Señora. Tatiana la susurra como letanía cadenciosa que va llevándola a un centro donde la velocidad se diluye y todo se mueve como manos de danzarina oriental en un ambiente de ríos de colores gaseosos…
La Señora, el Barrio Chino, sus estatuas sugestivas, Tatiana, don Juan Chen y sus historias, el Mei Gui…. El Barrio Chino tiene tantas cosas que me gustan. La primera vez que vi las estatuas me pareció la idea más chévere del mundo. Es como gente que, en algún momento, se quedó “frizada”, embrujada por siempre en un momento. Las estatuas me acompañan, a ellas acudo, les converso y me conversan sobre mundos que no conozco y he sospechado. Las dos favoritas son la Señora y el inmigrante.
Llamo Chang Fei al inmigrante. Alguien que se llame así crece libre y tranquilo. Mide unos 5 pies, es delgado y de bronce. Está parado con su cuerpo dando frente al Norte, hacia donde mira con intención. Mira al barrio y a sus gentes, sabe que es su lugar ahora. Vino de Cantón hace demasiados años.
Su postura es derecha, manos agarradas en la espalda. Viste ropa sencilla estilo occidental, pelo corto, frente alta. Las órbitas de sus ojos están muy marcadas. Tiene ojos intensos, con una expresión que no acierto a describir, una mirada de realización trágica… quizás lo asaltó la idea de que ya no volvería a la Madre Patria.
Chang Fei está parado frente al Scotiabank, en la acera Este de la Duarte, donde hace esquina con la Mella. El banco tiene en el letrero su nombre escrito en inglés y en ideogramas chinos. ¡Vaya! Quizás Chang Fei era el tesorero de la asociación de negocios chinos del barrio y venía al banco a depositar los ingresos. Siempre traía mucho aunque su aspecto seguía siendo adusto y sobrio.
Hay tantos personajes para mi novela aquí… mientras tanto, escribo y escribo todo lo que veo y se me ocurre. Si la gente supiera lo que vale un cuaderno, no quedaran en las tiendas…
Sé que tengo mi loma en una carretera del Sur, pero ahora el Barrio Chino es mi refugio y mi hogar. Aquí he encontrado un mundo con una mezcla de belleza, trabajo, diversión, dolor, leyenda, historias de lugares lejanos y en, algunos, una sensación de nunca más… Aquí me he convertido en la mujer que me gusta ser.


Noris Eusebio. Nací en la noche del 29 de julio de 1950, en la clínica de un joven médico recién llegado de Europa. Según mi madre fue un parto sin grandes dolores, pero era tan fea que mi padre se entristeció. Gracias a Dios me arreglé con el tiempo. Fui adolescente en la gloriosa década 60 y eso marcó mi ser con rompimientos y valores recuperados. He amado a Carlos Gardel y a Carlos Marx, a León Felipe y a Walt Whitman (el de la barba luminosa), a Alfredo Zitarrosa y a Noirin Ni Riain…. por decir unos cuantas. Soy devota de los Beatles. Di a luz a León Emiliano y a Adelina Rosa (bonita y preciosa) y no hay experiencia que los supere. Amo la Vida y, aunque me pierdo tantas veces, siempre vuelvo a encontrar el elíxir sagrado.

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